“¿Estás retirado y sigues peleando?, ¿cómo?”, le pregunté de bote pronto. El taxista me miró por el retrovisor y dijo: “digamos que ahora peleo en otros circuitos, sabes, en el under.”
Aquellas palabras fueron la clave para soltarle un golpe verbal cargado de empatía: “Mira, ¡qué buena onda!, yo también practico box, pero a nivel amateur.” El taxista me miró de nuevo por el espejo, sonrió con complicidad púgil y platicamos sabroso sobre boxeo.
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