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Promover la denuncia y consecuente salida del Pacto de San José, tal y como está vociferando el congresista de la ultraderecha peruana, Jorge Montoya, es la guinda del Pastel.

Luego de la sentencia del TC anulando la capacidad fiscalizadora y sancionadora de la justicia sobre los actos del Congreso, pedir la salida de la CIDH es como se dice en el detestable argot taurino: "cortar rabo y oreja", porque así se elimina la posibilidad de recurrir a la instancia supranacional para hallar justicia por las tropelías del actual régimen.

Vuelvo y repito, los rufianes que no ganaron en las urnas decían que Pedro Castillo nos convertiría en Venezuela o Cuba, pero ellos nos está convirtiendo en Rusia que hace unos días anunció que abandonaba los convenios y tratados firmados con occidente.

El Congreso peruano, ahora más que nunca, es el mal encarnado, es la desfachatez, la prepotencia y el abuso en todo su esplendor. Salir del Pacto de San José es salir del último recurso que nos queda para hallar justicia en la región.