Lo que hacen algunos colegios con los estudiantes de grado once se parece mucho a una tortura. El estrés de los exámenes de estado, la idea de que al elegir carrera cierran un compromiso de por vida. Un fatalismo para quienes no tienen definido nada.
Esperan adolescentes con tres idiomas y la claridad de distinguir el bien del mal. Jóvenes de ceño fruncido.
Exigen una madurez que ya quisiéramos tener los adultos.
Como esas empresas que piden a la vez juventud y experiencia.
Yo cuando nací (me acuerdo como si fuera ayer) miré a mi mamá a los ojos y dije: seré breve.
Hoy que me aproximo a los cincuenta y tres octubres queda claro que no soy muy de fiar.
0. El monstruo apareció al medio día.
1. Veo noticias a vuelo de pájaro y encuentro referencias a nuevos casos de COVID que ameritaron hospitalizaciones.
2. Me confirmaron un viaje para fin de año. Cero academia y cero turismo. Tal vez halle al fin mi lugar en este planeta. O no.
Me siento en 2020.
El menú incluyó ajiaco con todos los juguetes y una papas aplastadas con orégano y mantequilla, capricho del cocinero.
Al final un híbrido entre helado y suflê de limón y el tinto reglamentario.
Naturalmente lo más elogiado fue el café.
Hoy se sirven ravioles fritos (incluyendo una versión vegana) con aros de cebolla hiper picantes y salsa de tomate de esa que hierve como diez horas y supone lavado integral de las paredes.
Todo muy saludable porque es viernes y estamos en modo Elvis.
Cada día consumo menos. Para bien o para mal. De todo. Menos cachivaches, menos accesorios inutiles o de poco uso, prescindibles. La pregunta siempre es: ¿de verdad necesito adquirir esto? Usualmente la respuesta es un NO rotundo.
Supongo que en algún momento quedaré inmóvil, ya sin consumir siquiera oxígeno. Ese largo atardecer del que se ha escrito tanto.
"Estirar la pata", se dice en buen criollo.
Mi acción más subversiva ha sido proponer exámenes cuyo puntaje total era mayor que diez sobre diez.
Prácticamente una Revolución Francesa 2.0.
El sistema es sencillo: jugamos ajedrez en línea todos contra todos, sobrina/os y tío. El ganador (o la ganadora) cobra 100x donde x es cualquier moneda, de cualquier momento y de cualquier lugar. Basta tener certeza de su existencia. Tanto valen dólares como rupias o peniques. La discusión sobre las cripto está aún abierta.
El perdedor decide qué moneda usar en cada caso y al final haremos cómputos (¿Cómo?, ni idea) para convertir a pesos colombianos.
Seguro quedaré en bancarrota.
Las personas en las iglesias se comportan parecido a quienes van a AA o a cualquier tipo de grupos de apoyo para adictos.
La diferencia es que estos últimos quieren parar el consumo.
Mi familia toda sobre actuada reportándose hoy luego del jueves movidito. Hay un patrón: cuentan qué hacían, cómo se comportaron y el nivel de miedo que sintieron. Sobre actuados y quejosos, exagerados y un poco cursis.
Me encantan.
En general no estoy de acuerdo con las descalificaciones por gremios: los abogados roban, los curas violan o los estudiantes vagan. De los economistas tampoco, pero hoy, a propósito de la salida en falso del candidato exDANE, andan desatados los Angulo y similares. Y no dan la talla.
De la cifra dura sin corazón al chiste flojo escrito con las patas.
Chico Buarque | Meu Caro Amigo
Las cartas cantadas desde los muchos exilios. La sensación de estar de paso siempre, de no ser de ninguna parte. La queja cotidiana por el arroz con feijao, pero también el reclamo por una buen papo, algo tan necesario como el agua, como el agua de coco.
sigue→
El ala dura de la vida sana quería crema de vegetales (de esas irrepetibles porque se hacen con lo que haya en la nevera) y mis famosos grisines con ajo y pimienta. Los más perezosos íbamos por la confiable pizza a domicilio.
Triunfó la holgazanería, naturalmente.
Usar un computador prestado es como cocinar en cocina ajena. Las sartenes se cambian de lugar y los cubiertos se burlan del intruso que no encuentra dónde está la sal.
#volver
"Calambres en el alma"
#volver
#hiroshima
https://twitter.com/NubiaERojas/status/1688532695054192640?t=jUNi4Lkp6Z_40Ud0eFP2RQ&s=09
Empezar lo que debía ser una tarde de trabajo (o al menos de charla de trabajo) jugando a obtener una bola perfecta de un muy buen helado de vainilla. Agregarle tres dedos de un digno escocés clase media. Reír a carcajadas por ese resultado de señora bogotana que suspira al pensar en Londres. Ya entrados en gastos despachar en un par de horas el resto de la botella y pedir al dealer de confianza la segunda del día.
Só sofrimento.